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#192 - Siempre
Antes de ayer, domingo, tuvimos una reunión familiar en la casa de mi tía ya que mi mamá había venido a Buenos Aires de visita. Como yo estoy un poco alejado ya de mi barrio, es decir, queda lejos, mi mamá se quedó en lo de una tía. Almorzamos en familia como hace mucho no lo hacíamos, hablamos un montón, y esto de estar alejado de mi familia y del barrio me hacen "abrirme" más a mis familiares. Es lógico que ya no nos vamos a cruzar en las calles, que no en todas las reuniones, al menos yo voy a estar y que así nos vamos distanciando de a poquito.
Había pensado que en esa casa yo había tenido mis primeros pasos como gay: con mis primos, entre ellos, Rodrigo. Noches y noches de verano e invierno que nos hemos quedado a dormir y donde él siempre quería ver porno en la TV de la habitación de huéspedes que tenía mi tía, en aquel entonces, recientemente viuda. De hecho, Rodrigo no es mi primo, sino que es como un sobrino ya que la mamá es mi prima e hija de esta tía a la que visité el domingo. A Rodrigo lo crucé hace unos meses y estaba en alguna esquina con un grupo de chicos, pero ni me vio. Anteriormente a mudarme, en febrero, lo había cruzado en la antigua casa de su papá y, como yo estaba andando en bicicleta, lo saludé con la mano desde lo lejos y me saludó también. Siempre cuento la anécdota de aquella vez hace muchos años cuando nos quedamos a dormir un grupo de primos, entre ellos, Naim donde sentí celos por primera vez en mi vida y fue por el hecho de que Naim iba a dormir en el piso al lado de Rodrigo. Hice lo imposible para que se cambiara de lugar y yo quedarme al lado de Rodrigo.
También de aquella vez que estábamos almorzando en lo de otra tía y que él me dijo que lo acompañara a buscar algo a su casa y, como su mamá y mi mamá siempre nos daban permiso para todo, llegamos y me llevó casi de la mano a la habitación de su mamá donde me quiso coger en la cama matrimonial. Como yo estaba cerrado, no pudo metérmela, pero se metió en el baño a pajearse. Cuando entré, él había acabado en el inodoro y vi su leche ahí. No sé si me habré enamorado, pero que Rodrigo es lindo, es lindo. Fuimos muy unidos por muchos años hasta que la vida nos hizo crecer y tomar caminos distintos.
Al tiempo de pensar en eso ese mismo domingo, en el hecho de cómo los espacios cambian a medida que pasa el tiempo y cómo nosotros dejamos de ser para ser otras personas, mi mamá sacó ese tema, pero con el de la casa de mi abuela, el mismo terreno donde yo viví hasta hace poco. Se armó un debate y algunas de mis tías le dieron la razón a mi mamá y otras no. Hay cierta nostalgia que da pensar que esa casa, la de mi abuela, fue punto de reuniones familiares, de domingos como ninguno, de fechas patrias y hasta de navidades y años nuevos; lugar donde se sabía que el que quisiera ir, se iba a encontrar con alguien porque siempre había alguien de visita en la casa de mi abuela. Mirar esa casa ahora y ver que es otra cosa y que está ocupada por otra gente, entre ellos mis primos/as y sus esposas/os, hacen que te dé cierta tristeza. Convengamos que eso sucedió después de que mi abuela muriera hace ya 5 años y medio, casi seis. Algunas de mis tías creen que ellas se dejaron estar y que nunca reclamaron nada. Otra de mis tías dijeron que nunca sintieron esa casa como propia y que, por eso, nunca se molestaron.
Siempre supe que a mi vieja le costaba desarraigarse de esa casa, que por eso nunca quiso que yo me fuera porque no quería poner mi casa en alquiler. Pero bueno, yo era como ella, muy nostálgico del pasado, pero me estaba ahogando en ese lugar y entendí que ya no era el mío y que necesitaba otro espacio. El anonimato de la ciudad, quizás. A mí no me gustan los pueblos o barrios donde todos saben quién sos, dónde vivís, y entonces no poder hacer nada en privado. Quizás eso me afecte también por ser gay y no querer que nadie me vea en nada. Creo que sigo siendo nostálgico del pasado, aunque desde otra perspectiva. Doy gracias que me salió esta oportunidad de mudarme, realmente creo que iba a caer en depresión porque ya no me sentía partícipe de aquel lugar al que pertenecí. En un momento del debate con mis familiares, me animé a decir lo que yo pensaba: "A veces hay que dejar ir las cosas y hacer de los nuevos espacios, el espacio que se va a añorar en el futuro". Es más, una de mis tías dijo mientras me miraba "Yo creo que cuando uno crece siente la necesidad de irse de ese lugar porque ya no lo siente propio". Fue por el simple hecho de que yo me mudé recientemente. En definitiva, siempre va a haber un espacio que recordaremos con cariño por haber sido parte de nuestro pasado y haber marcado una etapa de nuestras vidas, pero la vida es así y nos va acomodando en otros espacios del mundo.
F.A.M.